El
Tártaro, dominio del rey Hades y de la reina Perséfone, estaba en
las profundidades de la Tierra. Cuando los mortales morían, Hermes
ordenaba las almas de éstos que fueran por el aire hasta la entrada
principal y que bajaran por un oscuro túnel hasta el inframundo.
Hades, por otra parte tenía un enorme perro de tres cabezas, llamado
Cerbero, que impedía que ningún espíritu escapase y evitaba que
los mortales vivos visitasen el mundo subterráneo.
La
región más cercana al Tártaro eran los pedregosos campos
gamonales, por los que vagaban eternamente las almas errantes, sin
otra cosa que hacer que cazar espíritus de ciervos.
Mas
allá de los campos gamonales, se alcazaba el imponente y frío
palacio de Hades.
A
su llegada al Tártaro, los espíritus eran conducidos ante los tres
jueces de los muertos. Quiénes habían llevado una vida ni muy
buena ni muy mala eran enviados a los campos gamonales. Los muy malos
iban al patio de castigo detrás del palacio de Hades, los muy
buenos, a una puerta, cerca de la fuente de la memoria, que daba
acceso a un huerto, el Elíseo. El Elíseo estaba siempre bajo la luz
del sol. Allí se jugaba, se escuchaba música y la diversión estaba
siempre presente. Los afortunados espíritus del Elíseo podían
visitar la tierra libremente durante la noche de todos los santos.
Hades se hizo inmensamente rico gracias al oro, la plata y las joyas
que había en el mundo subterráneo, pero todos lo odiaban, incluso
Perséfone, que se compadecía de los pobres espíritus que estaban a
su cargo y que no tenía hijos que la consolaran. Las tres furias
estaban a cargo del patio del castigo. Eran unas mujeres negras,
horribles, arrugadas y salvajes con serpientes en lugar de cabellos,
caras caninas, alas de murciélago y ojos ardientes. A menudo, la
furias visitaban las Tierra para castigar también a los mortales
vivos que trataban a los niños con crueldad, que no tenían
consideración con la gente mayor y los invitados, o quienes no eran
amables con los mendigos. También acosaban hasta la muerte a
aquellos que maltrataban a sus madres, por muy crueles que éstas
fueran.
bueno
ResponderEliminaremmmm...jodeeeeerrr
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